Filmus en la ONU: «Es la hora del diálogo» por Malvinas

Widg EdiSecretaría de Asuntos Relativos a las Islas Malvinas

Intervención del secretario de Asuntos Relativos a las Islas Malvinas de la Cancillería, Daniel Filmus, ante la Asamblea General de las Naciones Unidas en el marco de la reunión de la Comisión de Política Especial y Descolonización. También participó de la sesión la embajadora argentina ante la ONU, María Cristina Perceval.

Señor Presidente:

Permítame felicitarlo por su elección a la Presidencia de esta Cuarta Comisión. También a los demás miembros de la Mesa, augurándoles el mayor de los éxitos y renovando el total apoyo de mi Delegación.

Vengo hoy aquí a reafirmar la importancia y centralidad del Comité Especial de Descolonización como órgano rector del proceso descolonizador. La Argentina renueva su total compromiso con el proceso de descolonización llevado adelante por la Naciones Unidas, de conformidad con las disposiciones y objetivos de la Carta y los principios establecidos en la resolución 1514 (XV) de la Asamblea General.

Esta resolución proclamó, hace 55 años, la necesidad de poner fin rápida e incondicionalmente al colonialismo en todas sus formas y manifestaciones, dejando en claro la existencia de “más de una forma de colonialismo”. En este sentido, estableció dos principios para abordar los diversos casos: el de la libre determinación y el de la integridad territorial.

Sabemos que aún subsisten 17 territorios a los que se aplica dicha declaración y que deben ser descolonizados atendiendo la especificidad de cada caso, según lo establecen las distintas resoluciones que ha adoptado la Asamblea General.

En 2015 se cumplen 50 años desde que esta Asamblea General adoptó la primera resolución referida específicamente a la “Cuestión de las Islas Malvinas”: la resolución 2065 (XX). Además de definir en términos jurídicos precisos la disputa de soberanía, este primer llamamiento significó el triunfo contundente de la diplomacia y el multilateralismo frente a toda pretensión de perpetuar el colonialismo.

Hace 50 años la Asamblea General reconoció oficial y públicamente que existe una disputa de soberanía sobre las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur y los espacios marítimos circundantes. Desde hace 50 años las Naciones Unidas se refieren a esta situación colonial como la “Cuestión de las Islas Malvinas” y llaman a sus dos únicas partes -la Argentina y el Reino Unido- a encontrar una solución pacífica y duradera a través las negociaciones bilaterales.

El mandato cardinal fijado por esta Asamblea ha venido siendo renovado hasta nuestros días, no sólo ya por las Naciones Unidas, sino por sucesivos organismos y foros internacionales, regionales y birregionales. De la misma manera que las Naciones Unidas se han pronunciado a favor del diálogo bilateral entre Argentina y el Reino Unido el Mercosur, la UNASUR, la OEA, la CELAC, el Alba, la OLADE, la ALADI, el Movimiento de los no Alineados, la Cumbre de América del Sur y Países Árabes, la Cumbre de América del Sur y África, el G77 y China, entre muchos otros foros multilaterales.

Como es testigo esta Asamblea, la Argentina -que nació a la vida independiente tras liberarse del yugo colonial- es firme defensora del derecho a la libre determinación de los pueblos en todos aquellos casos en que tal derecho es de aplicación.

No puede sostenerse en pleno siglo XXI la sujeción de pueblo alguno a la subyugación, dominación, explotación colonial u ocupación extranjera. Por el contrario, el Reino Unido exhibe en sus votaciones un patrón exactamente opuesto en materia de respaldo a la libre determinación, cuestiona la existencia y mandato del Comité de Descolonización y no coopera en los términos que esta Asamblea requiere a las Potencias administradoras.

Es en defensa del principio de libre determinación de esos pueblos coloniales que no puede permitirse su distorsión al grado de forzar un argumento a favor de la continuada existencia de una anacrónica disputa de soberanía. Disputa que, desde la usurpación británica de parte de su territorio en 1833, cercena la integridad territorial de la Argentina a partir de  la ocupación ilegal del Reino Unido.

Permítanme ser claro: no hay en las Islas Malvinas un “pueblo colonizado” sino una “situación colonial especial y particular” que involucra una disputa de soberanía. No existe un “pueblo” que padece el colonialismo sino un conjunto de habitantes de origen británico que residen en territorio de otro Estado al amparo de una sistemática política migratoria sólo dirigida a crear una población a medida. Más aún, el último censo británico realizado en Malvinas muestra que, aún sin tomar en cuenta los 1300 soldados británicos apostados en las Islas, menos de la mitad de su población de 2800 habitantes ha nacido allí y que más del 40% de quienes nacieron en Malvinas son primera generación de nativos. Es por ello que la Asamblea General expresamente rechazó en 1985 dos intentos del Reino Unido de que sus súbditos en las islas pudieran ejercer ese derecho reservado, contrariamente, a quienes sí son víctimas del poder colonial y no sus ciudadanos.

Nada tiene la Argentina contra los habitantes británicos de las islas. No puede acusarse justamente a la Argentina, país líder en la defensa y promoción de los derechos humanos, de negar a nadie tales derechos. La Argentina no tiene el menor deseo de integrar por la fuerza a la población civil de las islas, ni de alterar su nacionalidad o su forma de vida. Respeta los derechos humanos de esas personas y tiene en cuenta sus intereses, siguiendo el mandato específico de las Naciones Unidas y el texto de nuestra Constitución Nacional.

Sin embargo, ello no puede erigir a los habitantes de nuestras Islas Malvinas en titulares de un pretendido derecho a la libre determinación por las mismas razones que llevaron y llevan a la comunidad internacional a dictaminar lo contrario. Lo que no va a hacer la Argentina es ceder o sacrificar, en beneficio de los actuales habitantes británicos de las Islas y de los intereses coloniales, militares y económicos del Reino Unido, sus legítimos derechos históricos sobre el territorio que ocupan y que son muy anteriores a la existencia misma de aquéllos como agrupación humana.

Así lo entendió el Reino Unido y pudimos avanzar, incluyendo a los habitantes de las islas como parte de su delegación, en nuestros intercambios bilaterales que iniciamos en 1966 para resolver la disputa de soberanía y atender las necesidades prácticas vinculadas con su modo de vida y bienestar. Fue la Argentina quien construyó el primer aeropuerto en las islas, proveyó combustible y facilidades sanitarias y de educación. En esta tradición es que venimos de anunciar la beca “Thomas Bridges” para que residentes de las islas puedan vivir y estudiar en forma totalmente gratuita en la Universidad Nacional Patagonia San Juan Bosco.

Permítame citar un párrafo del vibrante y certero discurso que ha ofrecido el Papa Francisco en esta Asamblea: «… Hay que asegurar el imperio incontestado del derecho y el infatigable recurso a la negociación, a los buenos oficios y al arbitraje, como impone la Carta de las Naciones Unidas. La experiencia de los 70 años de existencia de las Naciones Unidas muestra tanto la eficacia de la plena aplicación de las normas internacionales, como la ineficacia de su incumplimiento. Cuando se confunde a la norma como un simple instrumento, para utilizar cuando resulta favorable y para eludir cuando no lo es, se abre una verdadera Caja de Pandora de fuerzas incontrolables que dañan gravemente las poblaciones inermes, el ambiente cultural e incluso el ambiente biológico.»

Como ha señalado nuestra Presidenta Cristina Fernández de Kirchner en la misma dirección y en este mismo ámbito, no se puede construir un orden internacional justo si existe un doble estándar en el cumplimiento de las Resoluciones de las Naciones Unidas. No concebimos un mundo en el cual Reino Unido, país fundador y miembro permanente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas sólo cumpla con las normas que son útiles a sus intereses nacionales y no cumpla con las Resoluciones que, como la 2065 y la 31/49 han sido adoptadas por esta Asamblea General.

Hoy Naciones Unidas cumple 70 años y todos nos hemos comprometido a asumir grandes desafíos: Pocos días atrás los Jefes y Jefas de Estado de todo el mundo acordaron avanzar en la implementación de la Agenda 2030 de desarrollo sostenible, la cual muchos creían imposible. Asistimos al restablecimiento de relaciones diplomática entre Cuba y los EEUU luego de 53 años de desencuentros, lo cual para algunos era una quimera. No faltaban quienes desconfiaban de la posibilidad de que los miembros permanentes del Consejo de Seguridad y Alemania alcanzaran un Acuerdo con la República Islámica de Irán, y sin embargo éste se ha logrado.

Si la comunidad internacional ha podido avanzar no sin dificultades en asuntos tan trascendentes, ¿cómo no vamos a poder poner fin a los vergonzantes resabios coloniales que aún hieren la conciencia de la humanidad? Recordemos que también aún hoy algunos descreen u obstaculizan el proceso de descolonizador liderado por nuestra organización. Pero, a pesar del escepticismo de algunos y de los intereses de unos pocos, este proceso es irrefrenable: hoy más de 80 colonias han dejado de serlo.

Todos quienes compartimos esta Asamblea, todos quienes constituimos las Naciones Unidas, toda la humanidad sabe que el colonialismo no es eterno. Que tarde o temprano los pueblos recuperan pacíficamente los territorios que fueron usurpados por la vía de la prepotencia del poder militar. Nos corresponde a nosotros lograr que no se prolongue más esta situación de injusticia. 182 años de usurpación son demasiado. 50 años de incumplimiento  de la Resolución 2065 son demasiado para quienes reclamamos el diálogo como el mecanismo de resolución de la disputa de soberanía.

Los 40 millones argentinos abrimos nuestro corazón, extendemos nuestros brazos para estrechar al pueblo británico, a quienes viven en las Islas Malvinas, a todos aquellos que confían en la diplomacia y la paz como caminos para resolver el diferendo y los invitamos a dejar los prejuicios de lado e iniciar el sendero de la negociación.

También instamos al Reino Unido a avanzar junto con la colaboración de la Cruz Roja Internacional en la identificación de los 123 soldados argentinos caídos en Malvinas en 1982 y que descansan en el cementerio Argentino de las islas. Con el asesoramiento de la Cruz Roja, hemos concluido el trabajo de recolección de las muestras de ADN de los familiares de los caídos. El Gobierno Argentino presentó a comienzos de este año, al Gobierno Británico una detallada propuesta para llevar adelante esta iniciativa humanitaria. Aún no hemos tenido aun una respuesta. Muchos de los deudos son madres y padres de muy avanzada edad que esperan saber dónde se encuentra sepultado su hijo para colocar una flor. No comprendemos la falta de cooperación del Reino Unido en una tarea tan humanitaria como necesaria. Por la expectativa y el dolor de estas madres y familiares, esperamos que prontamente esta situación avance.

Señor Presidente:

Es la hora del diálogo.

Esperamos que el Reino Unido acepte la invitación a mantener un diálogo franco y abierto. Sin duda, el diálogo bilateral no ha sido fácil y está claro que las unilateralidades minan todo el proceso y socavan la confianza mutua que tantos años lleva construir. No en vano esta Asamblea General nos pidió a las dos partes que, mientras la disputa esté pendiente, no cometamos unilateralidades como las que realiza el Reino Unido en materia de recursos pesqueros e hidrocaburíferos y militarizando el Atlántico Sur.

A 50 años de la adopción de la resolución 2065 (XX), la República Argentina invita al Reino Unido a no continuar negando una realidad que se impone. Existe una disputa de soberanía y ambos Gobiernos estamos llamados a reanudar el diálogo que supimos mantener en el pasado para encontrarle una solución pacífica y duradera. La Argentina apuesta al derecho internacional, la diplomacia y el multilateralismo e invita al Reino Unido a comprometerse en la misma senda en la convicción de que ya no hay lugar para el colonialismo en el siglo XXI.

Muchas gracias, señor Presidente.