El futuro es hoy

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Publicado en Le Monde Diplomatique – Edición Especial UNIPE – febrero/marzo 2015.

Por Daniel Filmus*

El futuro es hoy

El futuro exige profundos cambios en los saberes que transmitirá la educación y el sistema educativo debería, por lo tanto, adaptarse a estas transformaciones. Es difícil predecir los contenidos concretos que deberán enseñarse en las distintas disciplinas. En parte, porque muchos de ellos aún no han sido creados. Pero sí es factible afirmar que asistiremos a profundas modificaciones en el tipo de conocimientos con que se formarán nuestros niños, niñas y jóvenes.

Este cambio no sólo está íntimamente vinculado a los nuevos requerimientos de saberes y perfiles profesionales que se plantean en el mundo del trabajo. También está relacionado con el tipo de capacidades que se necesitan para comprender la realidad y participar política y comunitariamente en sociedades cada vez más complejas.

Aún hoy, el tipo de saberes que predomina en gran parte de nuestras escuelas es atomizado, memorístico y enciclopédico. Está desvinculado de la realidad de nuestros jóvenes y dificulta la compresión de los procesos tecnológicos y sociales que ocurren fuera de ellas.

Este tipo de saberes que hoy resulta obsoleto tuvo su razón de ser en las condiciones laborales y sociales que predominaron hace más de un siglo. En el plano social y político, la escuela debía formar para un mundo relativamente estable, donde predominaban mucho más las certezas que las incertidumbres.

Actualmente, la rápida obsolescencia de las tecnologías y la modificación de los requerimientos del mundo del trabajo, obligan a pensar en una recalificación permanente y en un cambio continuo.

Las competencias que se exigen para acceder al mercado laboral se aproximan a las que se requieren para comprender y participar en la vida sociopolítica. Por ello, el conocimiento que brindan las escuelas no sólo debe permitir comprender los procesos tecnológicos, sino también los procesos sociales que generan las formas de distribución de los bienes producidos.

Por otro lado, ninguna de las transformaciones necesarias en la educación ingresará en las aulas si no es a través de maestros y profesores. Se requiere mayor cualificación y profesionalidad en el trabajo docente, que no podrá limitarse a aplicar tecnologías y conocimientos creados por otros. El docente debe crear y recrear los conocimientos aprendidos para aplicarlos a una realidad cada vez más cambiante.

La paradoja principal respecto del futuro de la educación es que, en un mundo plagado de incertidumbres, poseemos una única certeza: el conocimiento ocupa un lugar cada vez más importante en el desarrollo de las naciones y en las condiciones de vida de sus habitantes.

En educación el futuro es hoy. Los valores y los conocimientos con que actualmente se formen nuestros jóvenes definirán el perfil del país de las próximas décadas. Educar es una apelación permanente a la utopía, porque el resultado de esta acción solo se puede realizar en el futuro. Futuro que desconocemos, pero que imaginamos como nuestros hijos se lo merecen: pleno de democracia, justicia social y libertad.

* Secretario de Asuntos Relativos a Malvinas de Cancillería. Ex ministro de Educación de la Nación