Exposición de Daniel Filmus sobre el voto a los 16 años

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Exposición de Daniel Filmus sobre el voto a los 16 años, 17/10/2012

Sr. Presidente. – Tiene la palabra el señor senador Filmus.

Sr.Filmus.– Señor presidente: realmente me siento orgulloso de participar en esta sesión por varios motivos. En primer lugar, por el día que se conmemora hoy, que es un día de ampliación del protagonismo de las grandes masas populares, fundamentalmente, de los trabajadores. En este caso, buscamos mecanismos para ampliar la participación juvenil. Escuchando detenidamente todos los discursos que se han hecho hasta ahora, quiero saludar fuertemente los discursos dela Unión Cívica Radical, desde el del senador Martínez, el de Cano y el de la senadora Montero que, particularmente, contó con detalles cómo fue cambiando de opinión a partir de la flexibilidad para el cambio de nuestro proyecto. Felicito, en ese sentido, a los autores del proyecto, la senadora Corregido y el senador Fernández, por su aceptación. Eso me parece importante porque un paso de esta magnitud, ampliar la posibilidad de voto a los jóvenes de dieciséis a dieciocho años, tiene una dimensión tan importante que es bueno que se sancione con una mayoría holgada; que no sea cuestión de un partido o de un bloque. Esta posición que la senadora Montero mencionaba con fuerza me exime de discutir con la senadora Morandini, porque creo que es la mejor respuesta respecto del peso de las mayorías coyunturales. En este caso, no ha sido así. Si uno mira los grandes avances que se han dado en materia de ampliación de los horizontes de derechos que desde el 2003 en adelante Néstor Kirchner y luego Cristina nos han planteado como desafíos, siempre fue acompañada en general por grandes mayorías. No siempre las mayorías en los últimos años fueron similares en el Congreso. Y cuando hubo otras mayorías que se conformaron a la luz de otros resultados electorales también se usó para aprobar determinados proyectos que la mayoría coyuntural consideró correctos. Es un poco difícil exigirle a una mayoría que ha sido elegida para seguir determinado programa de gobierno, que vote en contra de la delegación del mandato popular. Gracias al senador Naidenoff, hace muy pocos días tuvimos la oportunidad de discutir con el senador Cabanchik y la senadora Estenssoro, junto a muchos políticos y cientistas sociales, en el homenaje que se realizó a Guillermo O‟Donnell, respecto de las democracias representativas y delegativas. El senador planteó la problemática de la democracia delegativa: cuando al otro día de asumir el presidente dice que si hubiera dicho lo que iba a hacer nadie me hubiera votado. Distinto a cuando un presidente el mismo día que asume dice que va a hacer fiel a los ideales por los cuales lo votaron y que no llegó ala Casa Rosada para traicionar lo que venía diciendo hasta ahora. Ese es el camino que a grandes rasgos, con todos los errores y dificultades que podemos tener, venimos transitando desde 2003. Y eso hace a la esencia de la democracia: presidentes que cumplan con el mandato popular. Si hubiera sido siempre así no se hubieran aprobado algunas leyes en este mismo Congreso que traicionaron las necesidades del pueblo. Dicho esto, y saludando el creciente consenso, quiero referirme a dos temas puntuales. En primer lugar, algunos colegas han planteado que van a votar en contra de esta ampliación de derechos y sus argumentos pueden ser muy distintos como, por ejemplo, la no atención de los temas relacionados con la juventud. Varios han planteado si tiene sentido ampliar derechos para estos sectores y han puesto reparos en la esencia del proyecto de ley. Hace muy poco –y reitero que esto no tiene que ver con las mayorías partidarias– aprobamos un proyecto que no fue del oficialismo y que es de los más importantes respecto

de la ampliación de derechos: hemos bajado la mayoría de edad de los21 alos 18 años. Hace 100 años, cuando se aprobóla Ley SáenzPeña, la mayoría de edad era a los 22 años. Por lo tanto, hemos bajado de los22 alos 18 años para continuar con las transformaciones sociales profundas que ha habido en estos años, ¿por qué no sería pertinente discutir esto ahora? En ese sentido, siempre hubo sectores conservadores que se opusieron a las mayorías. Por ejemplo, cuando a inicios del siglo XX se discutía este tema, el senador Marco Aurelio Avellaneda decía: traiga usted a su memoria el espectáculo que presentan los atrios de los templos en un día de elecciones: allí no se ve sino la chusma medio salvaje que no sabe ni el nombre del ciudadano por quien van a sufragar. Tome usted los registros electorales y encontrará, cada 100 votantes, uno cuyo nombre le sea conocido o que sepa leer y escribir. Y bien, estos son los ciudadanos que hacen la elección asistiendo a los comicios no por usar sus derechos, sino impulsados por el mandato del patrón, del comandante o, por lo menos, interesados en la empanada y el aguardiente que se les propina. Esto es cuando se discutióla Ley SáenzPeña. Tiempo después, cuando se discutió el voto de la mujer, hubo –como también hoy aquí– legisladores conservadores que lo consideraban desde antiestético e inconveniente hasta otros que dijeron lo siguiente: llevarlas ahora al comicio es como llevar ovejas al matadero, ya que la inteligencia de la mujer y su conocimiento de la vida política es una tabla rasa. Y Francisco Uriburu decía: lanzar a la mujer a la vida política es fomentar la disolución de la familia con gérmenes de anarquía. Es disminuir el poder marital. Es propender a la disolución de los matrimonios, porque ya no seducirá al hombre constituir un hogar cuya dirección no le pertenece. Recientemente, los que estuvimos en algunas de las audiencias respecto de la modificación del Código Civil hemos escuchado algunas posiciones conservadoras. No nos asusta que haya posiciones conservadoras porque las hubo siempre que se llevó adelante una transformación. Los debates sustantivos que hemos dado sobre el derecho a la identidad y el matrimonio igualitario también han mostrado dichas posiciones. Durante el tratamiento del matrimonio igualitario reconocí que no había empezado con la misma posición que con la que terminé. La semana pasada salió publicado en un matutino que el 80 por ciento de los jóvenes estaban de acuerdo con el matrimonio igualitario cuando al comienzo la mayoría de la población no lo estaba. La señora presidenta dijo ese mismo viernes: algunos se despertaron con más derechos y yo no me vi cercenada en ninguno de mis derechos. Me parece que esto es algo sustantivo y hoy estamos transitando en esa dirección. Por último, quiero señalar un tema que me es caro y, como todos ustedes saben, no puedo dejar pasar. Varias intervenciones adujeron reparos por la falta de atención en las políticas para la juventud pero particularmente se planteó el tema de la educación. Se dijo que un gobierno que no atiende la educación difícilmente pueda atender los derechos de los jóvenes, además si tiene sentido o no ampliar este derecho a partir de los 16 años. En ese sentido, la ley 1.420 se aprobó en 1884, quiere decir que en 1916 ya había pasado 30 años, yla Ley Nacionalde Educación la aprobamos hace cinco años en el Senado. Uno puede preguntarse cómo estábamos educativamente después de 30 años de sancionada la ley más importante, donde todos señalamos a la generación del 80 como una gloria que transformó la educación enla Argentina. Porejemplo, para que tengamos una idea, de cada tres argentinos más de uno era analfabeto en 1916. ¿Saben cuántos en edad

escolar iban a la escuela primaria? El 46 por ciento. ¿Y cuántos terminaban la escuela primaria? El 7 por ciento. Durante estos días estuve buscando estadísticas sobre las escuelas secundarias pero no las encontré. ¿Saben cuántos alumnos de escuela secundaria había enla Argentinaa inicios del siglo XX? Había 6.735 alumnos. En ese momento se otorga el derecho a voto a toda la población y también cuando a partir dela Reforma Universitariade 1918 se puede empezar a votar por primera vez –a los 17 años– a quienes van a conducir las universidades además de poder ser elegidos para ser parte de esa conducción. Asimismo, una ley educativa, como la que hemos aprobado aquí y como se ha hecho varias veces en el país, es una ley programa. ¿Cuándo enla Argentinase puede decir que la ley 1.420 fue cumplida? Podemos suponer que 90 por ciento de escolaridad primaria sería un buen porcentaje. Bueno, eso sucedió en 1970. Es decir que pasó 100 años después. Por ejemplo, recién tenemos medio millón de estudiantes secundarios con el peronismo, porque las mujeres no accedían a la escuela secundaria. Este fue un derecho muy posterior. Entonces, estos procesos en los cuales estamos inmersos hoy respecto de qué sucede con los chicos de 16 años me parece que son importantes en un conjunto de políticas. Al respecto, cuando asumí como ministro de Educación, dos de cada tres chicos eran pobres y uno de cada tres era indigente. Es decir, luego de haber aprobado como ministro de Educación dela Ciudadde Buenos Aires que toda la plata para capacitación docente pasaba a los comedores escolares porque si los chicos no comían no podían estudiar. Estoy hablando antes de 2003. Como ustedes saben, había clases de vez en cuando y los gobernadores pasaban de grado a los chicos por decreto porque ni siquiera había un mínimo de días de clase. Tenemos un déficit enorme y es muy bueno que avancemos en resolverlo pero, de aquel momento a este, plantear que no se ha evolucionado en una dirección positiva me parece, por lo menos, preocupante, porque si uno no sabe valorar lo que se conquistó es fácil perderlo. Quiero señalar dos o tres cifras porque escuché aquí una que realmente me llama la atención. Lo que ocurre siempre es que cuando alguien dice una cifra los medios la repiten hasta el cansancio y después es muy difícil desarmarla. Por ejemplo, que el 50 por ciento de los chicos termina la escuela secundaria. ¿Para qué ir a los datos de una fundación, que miró el censo de 2001, cuando puedo entrar a Internet y ver los datos del censo de 2010? Dicho censo señala que el 59 por ciento de los jóvenes de 25 años terminaron la escuela secundaria y que todavía hay 4 o 5 por ciento que sigue estudiando. Cuando uno mira el sitial dela Organizaciónde Estados Iberoamericanos dice quela Argentinatiene el 60 por ciento. Es decir, pasamos del 50 al 60 por ciento en diez años. Voy a dar una cifra para que más o menos tengamos una idea de cómo estamos; entre 2001 y 2010la Argentinatiene 3.500.000 habitantes más con la escuela terminada.La Argentinacreció 40 por ciento en finalización de la escuela secundaria. ¿Me escuchan? 40 por ciento. ¡Basta de mentiras! ¿Cuánto aumentó0 la población? El 10,5 en nueve años. ¿Cuánto aumentó la población que tiene el secundario completo? Aumentó un 40 por ciento mientras que la población universitaria aumentó el 59 por ciento. Aumentamos un millón doscientos mil los graduados universitarios. ¿Es culpa de este gobierno? No, no es este gobierno. Porque, en los procesos educativos, los que terminan hoy la secundaria es porque pudieron terminar la primaria hace veinte años. Entonces, tenemos que pensarlo así, en largos procesos, y hay que avanzar y profundizar en esta dirección.

Por último, también escuché un dato, que lo fui a verificar a ver si era cierto –porque lo escuché en mi oficina–, respecto a que la misma OEI hizo una encuesta: “¿Qué piensa la gente sobre su sistema educativo?”. Salió en la tapa de los matutinos que hoy conocemos. ¿Qué piensa la gente sobre su sistema educativo: si es bueno, malo, o más o menos?La Argentinaapareció de la mitad para abajo. Entonces, el título fue: “Baja la calidad de la educación argentina”. Ahora, no medía la calidad de la educación argentina. Quiero decir que en las únicas dos mediciones que se hicieron en este gobierno de la prueba PISA, –escúchenlo: las únicas dos mediciones que se hicieron, porque el gobierno anterior se había ido de la prueba PISA porque le daba vergüenza los resultados que le podían dar– las únicas dos, dieron que mejoró. La próxima, es decir, la que se acaba de tomar recién, va a dar que mejoró de nuevo, seguramente; no todo lo que queremos, pero a la calidad no hay ninguna medida mágica que la cambie. La encuesta que digo confundía la calidad con lo que opina la gente. Entonces, ¿cuál era el mejor sistema educativo de América latina? Nicaragua. El segundo, Bolivia, por ejemplo. Es decir, cuanto menos educación tiene la gente, más valoriza la educación. ¿Cuál era el peor? El que sabemos que es uno de los mejores: Chile. Chile resultaba ser el peor, pero no ponían el peor. Argentina estaba en el medio y se confundía la situación argentina con lo que opinaba la gente. El mismo informe decía: “Tengamos en cuenta que cuanto más educación tiene la gente, más exigente es respecto de la educación”. Entonces, la evaluación es subjetiva. Pero hay una evaluación objetiva. Y termino con esto, señor presidente. Es el índice de desarrollo humano del PNUD, no lo hacemos nosotros, lo hacen las Naciones Unidas. Es un índice global, se mide igual a todos los países del mundo; no hay ninguna dificultad. De acuerdo con este índice,la Argentinaes el primer país de América del Sur y tiene 0.806, si tomamos América latina, sólo debajo de Cuba. Cuba es el país veintidós, tiene 0.876. Argentina es el segundo. Todos los indicadores educativos están resumidos en uno, que es este. Argentina es el segundo país en América latina y tiene 0.806. Le sigue Chile, con 0.797; Uruguay con 0.763, está en el lugar 55; Brasil, que es el ejemplo para todos, porque allí hubo una transformación educativa importante, lamentablemente aparece en el número 103. Nosotros estamos en el lugar 40 y Brasil está en el 103. Esa es la diferencia que hay en los indicadores que se toman. Señalo esto y dejo sentados estos datos, para que no se puedan repetir gratuitamente. El que repite esos datos que dan estas ONGs o que da cualquiera, miente. Yo quise tener con el señor Lanata un debate porque él había dado un dato, por ejemplo, en el programa, donde mostraba que el 83 por ciento de los mayores de 5 años, en Formosa, no habían terminado la escuela primaria. Tener 5 años y terminar la escuela primaria es un poco difícil. Llamé y quise terminar la polémica, porque me parecía que ese dato y otros no eran ciertos, pero no hubo oportunidad de tener esa discusión respecto de los datos concretos. Termino señalando, señor presidente, que realmente estamos dando un paso importante. Independientemente de la coyuntura, que haya un amplio consenso respecto a este tema nos genera una política de Estado. Lo más importante, me parece, no es lo que estamos haciendo nosotros sino lo que va a ocurrir. Lo que va a ocurrir es que sujetos de derecho electoral –no sé cómo llamarlo–, de posibilidad de voto, los chicos de dieciséis y diecisiete años van a comenzar con sus demandas. Uno porque es pedagogo, pero no pasa por la materia educación cívica. ¿Ustedes saben cuál es el cambio más numeroso en la educación argentina? ¿El cambio que se hizo más veces? El nombre de la materia. Digo “el nombre” porque se cambiaba la tapa del libro y la materia era la misma: “Moral y civismo”, “ERSA”, “Educación democrática”. Ahora, la única forma de enseñar democracia, como todos sabemos, es teniendo una institución educativa democrática. Por ejemplo, no poniendo los “0800”y permitiendo que los chicos sean protagonistas. Pero la única forma de democracia no se aprende con cuántos números de senadores tenemos, cuántos números de diputados, etcétera, se aprende si realmente nosotros creamos una institución donde la autoridad de la escuela esté por el saber y no esté por la disciplina o por el autoritarismo en sus autoridades. Insisto: estamos dando un paso enorme. Seguramente, de todas las ampliaciones de derechos que hemos votado en estos años de ninguna nos vamos a arrepentir, porque eso da nuevas herramientas para que nuestra democracia se fortalezca.