Anna Frank

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A continuación, las reflexiones de Daniel Filmus en el libro «Testimonios para Nunca Más. De Ana Frank a nuestros días» (Eudeba y Fundación Casa de Ana Frank)

Transmitir el testimonio de Ana Frank a las nuevas generaciones de jóvenes es, fundamentalmente, trabajar para que nunca más la humanidad vuelva a caer en un abismo de locura y crueldad como fue el Holocausto. Lejos de anclarnos en el pasado, recordar es la condición para poder pensar el futuro. Los jóvenes tienen el derecho y el deber de conocer la historia para no estar condenados a repetirla una y otra vez. Transmitir ese legado es responsabilidad de todos, pero fundamentalmente de quienes nos dedicamos a la educación. Como decía el filósofo alemán Theodor Adorno, si para algo sirve la escuela después de Auschwitz, es para que el Holocausto no se repita.

Ana supo transmitirnos, a través de la escritura, un emblema de resistencia ante la prepotencia irracional. Se recorta del paisaje de horror del que fue víctima como contracara de la brutalidad de los asesinos. Su juventud, su agudeza, su talento y su valentía hacen que la evoquemos con admiración y respeto pero también que la sintamos cercana y entrañable. El mejor homenaje a su memoria es hacer que en cada aula, adolescentes como ella aprendan a defender la memoria, la libertad, la convivencia y la no discriminación. De nada serviría formar eruditos si paralelamente no somos capaces de transmitir a los jóvenes los valores que les permitirán forjar una sociedad más libre y más justa.

Nuestro país cuenta con una honrosísima tradición de respeto por la diversidad, porque nuestro pueblo se ha forjado justamente a partir de la incorporación en distintas camadas de muchos refugiados, de muchos perseguidos, de mucha gente que en distintos lugares del mundo sufrió las consecuencias de distintos tipos de genocidios y persecuciones. Preservar ese legado solo es posible si recordamos y desde las páginas de su Diario, Ana nos sigue ayudando en la tarea.